
“No esperábamos nada de ellos, pero aun así lograron decepcionarnos”.
Sumamente decepcionados de sus gobiernos, los ciudadanos bajacalifornianos viven su cotidianidad, observando el deterioro social, a la vez que la obscenidad, la lacra y la ambición política de quienes arribaron al poder con el voto del pueblo. Este gobierno, tal como actúa con su enorme ambición política y económica, no era el gobierno deseado por la ciudadanía.
Desde la campaña electoral, algunas personas sospecharon de la candidatura de Marina del Pilar Ortega a la gubernatura de Baja California. Ganadora en 2020 de “una encuesta interna” dentro del partido Morena, para ser la candidata a la gubernatura, pese a que se “cura” en salud solo por ser “MORENA” el partido del “peje”, este procedimiento “interno” tuvo de todo, menos democracia.
En el 2020, cuando Marina del Pilar ganó la encuesta interna, se hicieron evidentes diversas ambiciones políticas. Por ejemplo, los alcaldes de Tijuana y Ensenada, Arturo González y Armando Ayala, invirtieron fuertemente en propaganda para postularse como gobernadores y compitieron contra Marina en esa encuesta. De hecho, actualmente Armando Ayala, pese al repudio del pueblo bajacaliforniano, sigue insistiendo en su ambición de ser gobernador, usando su cargo público federal como una especie de trampolín político. Por su parte, Arturo González falleció (en un cargo público federal) en 2024.
Pero nadie se imaginaba las ambiciones de un ser oscuro, y no era un ingeniero. Se trataba de un ser escondido en el clóset o tras las enaguas de su esposa, Carlos Torres, el panista de toda la vida conocido por todos, quien nunca fue exhibido en la campaña de Morena por su esposa, la candidata a gobernadora, porque entre los simpatizantes morenistas hartos del sistema, veían a Carlos Torres como lo que es: lo más podrido del sistema, proveniente del corrupto PAN y aliado de Felipe Calderón.
Marina, consciente de esto, actuó con cautela. Lista, inteligente, frívola, calculadora, sutil, engañadora y, sobre todo, doble cara, esporádicamente sacaba a orear del clóset a este panista añejo que es su esposo. Si las cosas continuaban favorables para las clases políticas corruptas, habría un momento donde ya no sería motivo de vergüenza o riesgo político sacar lo podrido. Pero había que ser pacientes y esperar a que se afianzara en el poder y los ciudadanos, así como los simpatizantes de MORENA, pues solamente se tuvieran que aguantar.
Y llegó el momento. Se infiltró casi todo lo peor del PAN en Morena, sobre todo en Mexicali (por ejemplo, Oscar Vega Marín y Jorge Ramos). De manera que el PAN-MORENA gobierna en el Estado y, con ello, desde la casa de la gobernadora, por medio de su embajador Carlos Torres se gobierna Tijuana. Además del gobierno de Tijuana a sus pies, el panista Carlos Torres tiene el dispendio económico de los proyectos estratégicos en espacios turísticos económicamente rentables por sí solos, como el Centro Histórico de Mexicali o la Avenida Revolución en Tijuana, en los que luego coincidentemente suele tener vínculos comerciales de algún modo precisamente en los mismos espacios que interviene, porque no da paso sin huarache. Desde luego que para comprobar la corrupción, documentarla y que las autoridades procedan y haya revisión de cuentas y finalmente justicia, eso jamás va a pasar, pues vivimos en México. Como siempre, el mejor aliado de la ciudadanía y de la justicia social es el tiempo, que con su paso es cuando van saliendo los documentos, testimonios y pruebas de lo podrido del gobierno. Por lo pronto, solo cabe decir: “no esperábamos nada de ellos, pero aún así lograron decepcionarnos”.