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A propósito del XXX Aniversario de la Municipalización. Rosarito, ciudad imaginaria

Por Octavio Machado Sánchez, Presidente de CANIRAC Rosarito

El escritor Italo Calvino, en su obra Las ciudades invisibles, profundiza en el imaginario colectivo que construye a las ciudades: el tiempo, el amor, la vida y la muerte. Una ciudad no sólo se cimienta con muros, casas o carreteras, también se edifica desde la cotidianidad de sus habitantes, de lo que hablan, sienten y comen.

Playas de Rosarito ha ido forjando poco a poco su identidad como ciudad. Desde que fue poblado y hasta antes de su municipalización, tenía una marcada vocación turística. Estaba en el imaginario de los visitantes como un lugar tranquilo, acogedor, con largas playas del Pacífico y, sobre todo, donde se comía y se bebía bien. Quienes llegaban a Rosarito podían dormir al arrullo de las olas, bajo la vigilancia estoica de un coronel, y con la certeza de que al día siguiente, la mesa estaría servida.

La consolidación del proyecto del quinto municipio, en 1995, trajo consigo una paulatina diversificación económica, un crecimiento acelerado y nuevos desafíos. Pero el mayor reto era dotar de identidad y nuevos imaginarios a la naciente ciudad (esto no significa que haya sido la prioridad en la agenda de los gobiernos). La identidad se fue formando al margen —y muchas veces en contraposición— de los cambios políticos o sociales.

La rápida unificación entre los habitantes locales y la creciente migración permitió retomar elementos del viejo Rosarito y, al mismo tiempo, vislumbrar nuevos horizontes.

Uno de los sectores que más se ha fortalecido es el gastronómico. La idea de inventar y reinventar la oferta culinaria ha sido una constante en los últimos 30 años. Festivales de comida, muestras culinarias, chefs reconocidos internacionalmente y comensales satisfechos de todos los sabores y colores han permitido posicionar a Playas de Rosarito en el mapa gastronómico, entre Tijuana y Ensenada.

La oferta es amplia, diversa y de calidad. Locales y visitantes pueden disfrutar desde los tradicionales «Perrones» y la langosta estilo Puerto Nuevo, hasta desayunos rápidos en el centro de la ciudad, o una cena de varios tiempos en el sur de Rosarito. Las cafeterías han apostado por infusiones y cafés de especialidad; mientras que es posible iniciar el recorrido desde el norte o descubrir restaurantes singulares, escondidos en lugares inimaginables.

Hay muchísimos lugares por descubrir, pero quizás lo más valioso es coincidir a la orilla del mar o en la serena privacidad de la serendipia que guarda la gastronomía local.

El imaginario gastronómico que ha construido el municipio ha permitido a sus habitantes reinventar esa ciudad invisible de hospitalidad, servicio y trabajo diario. Las postales que regalan cada platillo y bebida servidos en las mesas de Rosarito confirman que volver a la tabla, a la piedra y a la fogata devuelve la certeza de que Playas de Rosarito nos presenta, hoy más que nunca, un horizonte de posibilidades gastronómicas.

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